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La puta del fútbol

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«Cualquier tiempo pasado fue mejor» es una de las frases más dañinas que pueden escucharse. Hay que estar atento pues, lamentablemente, vender la moto de que todo lo que no sea hoy fue una vez algo rayano al paraíso terrenal, es recurso habitual del perezoso en el análisis. Sin embargo, en ocasiones los hechos consumados de la actualidad no dejan muchas alternativas a esta conclusión. Valga como ejemplo una reciente reflexión compartida: «Estoy hastiado de fútbol. Antes todo era distinto, más auténtico». Y lo dijo alguien que conozco que practica y se deleita con un deporte trepidante, intenso, que eleva a las más altas cumbres los ánimos en cuestión de segundos. Un juego también capaz de deprimir al más estable tras 90 minutos de banquete de uñas. Una religión, casi, que, como dice el periodista uruguayo Eduardo Galeano, no cuenta con ateos.

El fútbol, el deporte, es un excelente maestro para enseñar los principios más comunes que rigen la vida de los mortales. Pocas clases más efectivas para un niño, con bufanda coloreada en mano, para conocer lo que es la lealtad, el sufrimiento bien entendido, la épica, la decepción y mil lecciones más, todas válidas y necesarias para la vida. Pero quizás, la lección más valiosa que aprendes en las gradas de un estadio futbolero es que, a pesar de que tengas las de perder, a pesar de que nadie confíe en ti, a pesar de que la lógica diga que volverás a casa disgustado, con trabajo, esfuerzo y pequeñas dosis de suerte, todo es posible.

Sin embargo, como todo lo mundano, intereses más prosaicos clavan sus garras en el corazón de algo que una vez fue puro. Con retazos de balón se ha erigido un becerro de oro. Cegado por el resplandor de la opulencia, se han dedicado a prostituir la pasión y la incondicionalidad de muchos para su propio beneficio. El resultado más evidente es que, poco a poco, los caprichos del azar y la incertidumbre (lo que se ha llamado siempre lo improbable), propios de cualquier competición deportiva, se han ido transformando en certezas sospechosas. La competición, el alma del fútbol, ha ido desapareciendo hasta quedarse en un mero espejismo reservado a los equipos llamados grandes. Estos, a su vez, incrementaron su mercadeo de valores y principios, vendiendo su alma por treinta piezas de plata, consumando la decadencia del fútbol.

Porque hoy el fútbol es una puta. Una puta glotona que, jaleada por los proxenetas de los medios forofos, la publicidad desmedida y el propio negocio futbolero (la famosa ‘venta de camisetas’), ríe y ríe mientras engulle todo a su paso. Nada se escapa a su lujuria y avaricia. Siempre quiere más. Incluso abraza el absurdo acudiendo a cualquier llamada al son del tintineo del saco de monedas. La representación definitiva del ridículo es la disputa de la Supercopa italiana en China (próximamente la española) o la tiranía de los horarios de televisión, que pisotean, escupen y defecan encima del aficionado fiel que asiste al estadio, al templo, al sanctasantórum donde los problemas de casa y el trabajo desaparecen. Pero sus acólitos, por supuesto, tienen gran parte de culpa. Son millones, y muchos idiotizados con el panem et circenses modernos, no se diferencian mucho de los que atestaban, sedientos de sangre y vísceras, los vomitorios de los antiguos coliseos romanos.

Ser futbolista es una profesión hoy día infinitamente más golosa y cautivadora que ser biólogo, ingeniero, médico o escultor. Famoso, joven, rico y atractivo, aunque tu don de palabra y análisis no sea el más agudo. Pero lo cierto es que los Cristianos y los Messis son una extrema minoría. La voracidad de la bestia es propia del Saturno que devora a sus propios hijos. Consecuencia de este filicidio es la situación de los futbolistas y clubes modestos que, a base de mangazos internos y zancadillas externas, coleccionan refundaciones o concursos de acreedores.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? La verdad es que la reflexión resulta bastante irrelevante cuatro párrafos después. Cabe cuestionarse, pues, por el futuro y si el fútbol, volverá alguna vez a parecerse a lo que una vez conocimos.

 

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3 Comments

  • Carolusrex

    octubre 22, 2014 at 3:24 pm

    otro artículo para el deleite. Uno mas.
    Gracias Maestro!

  • Andresufo

    octubre 22, 2014 at 3:26 pm

    Gracias a ti, Carolusrex. Da gusto ver por aquí a la vieja guardia pretoriana.

  • Aquel Jean Jacques

    noviembre 1, 2014 at 10:22 pm

    Genial artículo. Muy versátil: «La puta del cine». «La puta de la política». «La puta de la literatura»…

    En cuanto a la canción, sólo por nombrar a mis queridos Fran, Turu Flores, Manjarín, Donato y Liaño, entre otros, merece un grammy.

    Abrazo.

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