La explosión de la terrible, descarnada y vergonzosa crisis de refugiados (si aceptamos ese limitado e inexacto concepto) ha coincidido con mi pausada lectura de Matar a un ruiseñor. En
Reconozco que nunca me han caído muy bien los gabachos. Supongo que porque en mi temprana adolescencia siempre nos crujían al fútbol… y que son el vecino rico. En toda
Las efemérides de la Gran Guerra se hacen buen eco estos días. No durará mucho en el tiempo (más en las librerías con tropecientos ejemplares oportunos) pero sí quizás lo