Conversar con mi buen amigo Víctor es una suerte de crossfit intelectual del que uno teme constantemente no estar a la altura. Sus conocimientos enciclopédicos sobre comunicación, filosofía y narrativa obligan, llegado el momento, a permanecer callado y escuchar muy gustosamente para aprender y reflexionar. Recientemente destripamos en un rato, cerveza en mano, ese gran camelo que es Juego de Tronos. A juicio de mi amigo, al cual secundé sin miramientos, más allá de la insufrible estructura de culebrón repetitivo, la serie de HBO ha establecido un mantra generalizado que propone una supuesta mayor calidad literaria a cambio del sacrificio del héroe. Ya saben, nadie es indudablemente bueno porque queremos parecer más maduros. No te fíes, muchacho, en esta perra vida nadie te ayudará y todo el mundo puede ser traicionero. Oiga, pues tampoco es eso.
Quizás como consecuencia de los tiempos descreídos y cínicos que nos ha tocado vivir, en efecto la figura del héroe clásico ha desaparecido. No creo que la hayan matado, pero sí debe de estar en alguna oscura mazmorra. Y ocurrió en el mismo momento en que aceptamos que lo clásico es sinónimo de obsoleto, caduco e incluso pernicioso. Fuimos entonces unos imbéciles, porque sólo los imbéciles desprecian la memoria.
Nos hallamos confusos y desorientados en esta era de incertidumbre y cambios acelerados. Aquello que creíamos fijo, seguro y fiable, cada día se vuelve más etéreo e incluso odioso. Estos cambios de tornas se deben a un interés espoleado por otros irresponsables, mezquinos y avariciosos que quieren cambiar el mundo a su medida.
Debemos rescatar al héroe. Necesitamos que figuras, si no reales, al menos literarias y representativas de lo humano nos guíen en tiempos de zozobra. Más allá de un Superman o un Conan, creo que nuestra medicina tiene el porte desgarbado de Atticus Finch, las dudas y miedos de Aragorn, o la frágil candidez del Principito. ¡Qué diablos, el mundo necesita a Tintín!
Sí, tenemos la obligación del rescatar al héroe. Porque los héroes poseen una capa de impermeabilidad que los inmuniza frente a sectarios y fundamentalistas. El héroe nos recuerda que, más allá del inconmovible ganado de la mayoría (que diría Bradbury), en cada uno de nosotros radica un humanismo inmortal que, de aplicarlo, nos ahorraríamos toneladas de frases y citas chorras sobre autoestima en nuestros muros de Facebook. El héroe, en definitiva, nos sirve de faro y guía cuando caminamos a tientas en busca de la sensatez perdida.
Llámenlo como quieran, pero dejemos de buscar respuestas peregrinas a nuestros problemas; todo, que decía el otro, está en los libros.
Sail on silver girl
Sail on by
Your time has come to shine
All your dreams are on their way
See how they shine
Oh, if you need a friend
I’m sailing right behind
Like a bridge over troubled water
I will ease your mind
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